Su relación con un hijo autoidentificado transgénero

Resumen del capítulo 3 del libro Desist, Detrans & Detox

Este reclamo fue el motivo principal que me llevó a leer Desist, Detrans & Detox de María Keffler. En él, encontré reglas muy básicas y que tienen lógica para mí. Otra cosa es lograr llevarlas a cabo siempre, y mucho menos, en medio de una tensión emocional devastadora. Ya lo avisa la autora:
  • “Todos los padres comenten errores y es normal”.
  • “Sacar a su hijo de la ideología de género será la tarea más agotadora e importante de su vida”.
La premisa para este logro pasa por estrechar la relación con el hijo autoidentificado transgénero.
En mi caso, para cuando llegué a estas instrucciones, ya pasaban cinco años de una relación anormalmente quebrantada unilateralmente por mi hija. Una ruptura brutal y repentina, muy distinta al típico distanciamiento necesario de la adolescencia, que yo ya conocía por hija mayor.

Los dos primeros años, entre sus quince y dieciséis, vivimos un infierno con el terror diario a perderla para siempre. Afortunadamente algo cambió lentamente, después de apartarla de la psicóloga afirmadora del género, y hoy, estoy convencida de que hemos logrado rehacer el vínculo, aunque la comunicación sea muy escasa y ella siga luchando entre el apego a su familia y las falsas dicotomías aprendidas de la ideología:

  • Si mis padres no apoyan mi transición me odian
  • Si no hay baños unisex no puedo ir al baño
  • Si mis padres no me apoyan me van a echar de casa
  • Si mis padres no aceptan que sea trans quieren que me muera
  • Si eres de los nuestros no puedes acceder a información no alineada
  • Los seres queridos no pueden tener una opinión distinta al adepto, ni acceso sin filtro a la información no alineada

Muchos profesores y orientadores de los colegios han comprado esta narrativa y se sienten cómo héroes ayudando a los niños mientras trabajan contra los padres. Aquí mi indignado recuerdo para Laura.

La tutora de mi hija de 4º de la ESO ayudó a mi hija en su deseo, me ninguneo y me cuestionó abiertamente a la cara, cuando de sobra éramos bien conocidos en ese maldito colegio, por nuestra implicación, cariño y responsabilidad con nuestras hijas.
En mi lectura también aprendí que cuando un niño es atrapado por la ideología de género tiene alguna vulnerabilidad que explotan. Hay algo que el niño necesita y que ésta le facilita y es necesario descubrirla. Hoy sigo buscándola sin acabar de fijarla porque encuentro coincidencias con varias comorbilidades típicas de los niños atrapados por este nuevo fenómeno de la Disforia de Género de Inicio Rápido. Sea lo que sea lo que disparó la situación estoy convencida que el detonante fue la necesidad de pertenencia.

La ideología de género actúa como una secta

María Keffler comienza su libro demostrando cómo los activistas de la ideología de género utilizan técnicas perturbadoramente similares a las técnicas coercitivas de manipulación mental que utilizan las sectas, que se pueden condensar en la siguientes:

1.- Identificación de posibles adeptos entre los niños con problemas de salud mental (TEA, depresión, ansiedad, abusos…).

2.- Atracción a través de las redes sociales, de compañeros trans y de los transactivistas que acuden a los colegios para dar charlas financiadas por las instituciones públicas.

3.- Acogida exagerada de aprobación y afirmación, de promesas de alegría, felicidad y una vida con sentido dentro del colectivo.

4.- Exigencia de compromiso con sus reglas para pertenecer al grupo (uso de un nuevo nombre elegido, pronombres y mantras, exhibición de símbolos, uso de un neolenguaje bizarro propio), con respuestas rápidas y duras si se infringen (se les llama transfóbicos, TERFs) y castigos en forma de disculpas serviles y penitencia pública.

5.- Renuncia a los seres queridos, incluso a los padres, si no aceptan a la nueva persona trans y sus nuevas reglas, con propuesta entusiasta de búsqueda de una nueva “familia arcoíris”. Y es aquí donde entran al juego los pedófilos acogedores que recogen las nueces.

6.- Cancelación por la fuerza de todo aquello que pueda demostrar las falacias de la ideología, y el repudio de las personas arrepentidas.

La comunicación asertiva con un hijo adepto

María Keffler aboga por la comunicación asertiva como arma para llegar hasta el niño y desmontar, con mucho amor y paciencia, las mentiras que le han vendido.

Sin embargo, aun estando de acuerdo con ella, dada mis escasas posibilidades de relación real con mi hija, esta tarea se me hace casi un imposible.

A un creyente no se le puede enfrentar a sus creencias

Mis habilidades para el enfrentamiento siempre han sido muy escasas y acostumbro a rehuirlo. Me siento muy vulnerable para hacer frente a la situación y tengo mucho miedo a estropear la relación familiar y regresar al punto de salida, si me equivoco en una interacción verbal con mi hija.

María Keffler proporciona en su libro once consejos para mejorar la comunicación, que sintetizo y analizo respecto de mi momento relacional con mi hija.

1.- Haga preguntas

El niño atrapado tiene mucha información, y aunque casi todo lo que haya aprendido sobre la ideología sea falso, sigue teniéndola y los padres no.

Yo empecé bien, pero enseguida aprendí a callar por el miedo a la ira de mi hija, porque su tutora me instaba a reconvenir en mi postura, porque la psicóloga nos coaccionaba, porque la familia extensa me cuestionaba, porque mi otra hija me culpaba, porque mi marido, entonces ausente, estaba demasiado cansado para hablar. Me encontré sola, confundida e impotente, y me rompí.

2.- No critique

El niño debe saber que pueden confiar en sus padres, que serán respetuosos y los amarán pase lo que pase. No lo ridiculice porque facilitará, que en algún momento, pueda admitir que se equivocó.

El silencio fue y sigue siendo mi compañero, pero si rara vez tengo ocasión, ya me atrevo a volver a decirle: “te quiero”.

3.- Hable en primera persona cuando se refiera a sus sentimientos

Y asuma la responsabilidad de éstos para evitar ponerlos a la defensiva. Recuerde que los sentimientos en sí mismos nunca están equivocados, aunque pueden llevar a conclusiones falsas.

Lo intenté cuando la familia estaba en llamas, durante los dos primeros años de constantes exigencias de la niña apoyada por su psicóloga afirmadora. Perdí la calma muchas veces, ahora ni se habla. Preferimos convivir en paz, y aunque los que saben aconsejan la no confrontación, la espera en silencio me hace sentir cobarde.

4.- Reciba retroalimentación con humildad

Acepte la información sobre usted con y con la menor emoción posible, aunque le diga cosas que le duelan. Reflexione cuanto de cierto puede haber en su crítica.

Eso intento, y confieso que voy aprendiendo de mis defectos.

5.- Esté presente y participe de la conversación

Intente crear espacios para favorecer la conversación, y cuando el niño hable, déjelo todo y demuestre que está interesado en lo que tiene que decir.

Lo dejo todo cuando rara vez me cuenta algo personal, pero son muy escasas la ocasiones, vive encerrada en su cuarto, se relaciona con el mundo sobre todo online y nos evita.

6.- Tómese un respiro si lo necesita

Entrar en una discusión sobre las creencias de la ideología pueden resultar irritante por las implicaciones reales y peligrosas que pueden llegar a tener para su hijo, y por descubrir que ha sido adoctrinado. Dígale que se siente molesto y que necesita un descanso para pensar con claridad.
Tras separar a mi hija de la psicóloga afirmadora después de dos terribles años de confrontación constante, hubo un avance o paréntesis que dura hasta hoy, de paz y silencio selectivo: del género no se habla. Y ya van cuatro años y medio.

En los últimos diez meses, ha habido dos ocasiones en las que la ira de la niña ha vuelto vestida de ansiedad por nuestro comportamiento desleal según ella. Me culpabiliza por mis lecturas prohibidas por su culto.

He mantenido la calma y he usado preguntas, pero mi hija no reacciona ante ellas, a pesar de lo absurdo de pretender que yo no pueda tener una opinión distinta a la suya, y me inste a no leer lo que ella no me filtre.
Por ella, sigo aguantando a que un día sea capaz de tener capacidad crítica, pero me duele ver la cara de disgusto de mi esposo, que me recrimina no esconder bien mis lecturas.

7.- No le interrumpa

Manténgase en silencio hasta que sea su turno de hablar, y entonces, haga preguntas y exponga sus puntos de vista.

Será un desafío porque escuchará cosas sin sentido o no precisas. Suelen reinventar la propia historia, y contrapondrá todo el apoyo que tiene de sus amigo y del colegio frente a la odiosa vida que le da su familia. Un guion típico proporcionado por activista u otras víctimas, y que mi propia hija intentó venderme es el siguiente:
  • “Me he sentido así durante mucho tiempo, pero tenía miedo de decírtelo”.
  • “Odio mi cuerpo y estoy deprimido, tengo ansiedad”.
  • “He pensado suicidarme muchas veces”.

Estoy aprendiendo, pero me cuesta es la costumbre de para las cosas absurdas. Y or cierto, ésta es una acusación constante de mi hija, aunque a veces no lo merezca, como digo estoy aprendiendo.

8.- Revise su turno

Se expresa mucho más con el lenguaje verbal que con lo que se dice. Escúchese a sí mismo, especialmente si está enojado. Retome el control con la espiración y releje los músculos de la cara y brazos. En estas condiciones la conversación no será productiva.

Esta es una asignatura difícil para mí, pero seguiré intentándolo.

9.- Sea paciente

Al niño le costará más ser combativo si le muestra aprecio. Haga elogios sinceros sobre lo que hacen, nunca sobre sus atributos. Pídale ayuda en alguno de sus talentos, porque las personas tendemos amostrar más simpatía por alguien a quien hemos hecho un favor.
Siempre ha sido así, siempre la elogié bien y sigo haciéndolo, me sale sólo. Últimamente mi niña está aprendiendo a aceptar los elogios antes los rechazaba furiosa. Y yo, he recuperado la confianza para de, vez en cuando, recordarle que la quiero.

10.- Pida disculpas si es necesario

Cuando admitimos defectos y pedimos disculpas fortalecemos las relaciones, y modelamos la responsabilidad y la madurez en nuestros hijos.

Nunca he tenido problemas para disculparme, la cuestión es que tenemos tan pocas ocasiones para relacionarnos, que cualquier modelaje es difícil, aparte que yo represento lo más odiable en su vida.

11.- Exprese amor, aunque no sea recíproco

Probablemente la mayor mentira que se les ha dicho a estos niños trans es que sus padres no los aman.

Lo sé, lo sentí durante los dos años de horror. Creo que, a estas alturas, y a pesar de su aparente rechazo, sabe que con nosotros está segura, que la queremos y que la protegemos. Pero el lavado de cerebro que tiene es poderoso, y no sé qué contacto tiene con aquellos que la encandilaron y la acogieron con entusiasmo en el mundo del transgenerismo. Sigo teniendo miedo.

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