A modo de catarsis, desentraño las emociones y recuerdos encerrados en la poesía que escribí durante mi adolescencia. Lo hago bajo la mirada trabajada, después de haber logrado comprender e integrar en mi vida las experiencias distópicas compartidas en el seno familiar de origen
Sin remordimientos, me libero de la mordaza impuesta desde la cuna y aceptada por la fuerza de la costumbre y por la dependencia, entendiendo que mi mirada no es única, que cada uno de aquellos con los que compartí la primera vida, tengan la suya propio y distinta, pues depende de cómo fueron amados y de sus respectivas y únicas experiencias.
