Un viaje a las realidades de quienes han sufrido el ideario queer en sus propias carnes en España.

Autor: Quico Alsedo, 2023
Cómo y porqué el fenómeno trans representa un peligro social.
Quico Alsedo denuncian en este libro la peligrosa nueva religión que está generando daños físicos y psicológicos irreparables en cada vez más jóvenes.
Su conclusión, como la de los expertos a los que entrevista, es que la avalancha de adolescentes que creen sufrir disforia de género responde eminentemente al contagio social en redes y foros de internet y al efecto llamada.
¿Qué me remueve?
Este libro me conmueve especialmente. Comparte las historias de víctimas —hijas y madres— mártires de la crueldad de una religión tan bárbara, irracional y peligrosa como fueron en la Edad Media, por ejemplo y para no ir más lejos, la cristiana que es la que mejor conozco.
Madres sacrificadas públicamente por atreverse a proteger a su prole, madres caídas por defender sus creencias, madres odiadas por los exégetas de la religión queer.
En cuanto supe de la existencia de esta obra fui inmediatamente a buscarla en AMAZON. Deseaba leer esos primeros capítulos que esta editorial pone a disposición de los posibles compradores para poner miel en sus labios.
Tardé nada, en beberme de un golpe la introducción y el comienzo de las historias de Ame y de la psicóloga que cruza la línea. Casi sin respirar, concentrada, reviviendo mi propia historia en cada palabra, al borde del colapso. Tardé dos días en reunir el valor para empezar a leerlo entero.
Tuve que pararme unas cuantas veces a respirar, sí, porque en mi cuerpo latía una herida abierta que punzaba agudamente al contrastar, por enésima vez, que la increíble historia sucedida a mi hija era patrón, y que las características de esas jóvenes víctimas son demasiado parecidas para ser casualidad.
Todas las historias se me cuelan hasta los huesos. Todas remueven un dolor que apenas estoy empezando a soltar, pero hay una especialmente punzante: la de Ame, esa me deja tocada.
Ame es de la misma edad que mi niña, es menuda, tímida, reflexiva, inteligente, friki, diferente. Es lo desigual que iguala a los demás entre sus iguales. ¡Se parecen tanto!
Sus experiencias también, en algunos aspectos, idénticas: en la huida de la realidad para meterse en la boca del lobo de Tumblr, en la obsesión por el anime. Dos factores cruciales repetidos en tantos casos de niñas que huyen de sus cuerpos cuando los demás cambian la mirada. Justo eso, es a mi parecer, el detonante. En el caso de mi niña, no tengo dudas.
Leyendo las palabras de Ame sufro. Me pongo en su piel y me duele su soledad, su tristeza, su abandono. Y sentir su abandono, me lleva a la locura de la culpa que cinceló en mi cuerpo un dolor de proporciones inimaginables cuando mi hija supuraba odio contra mí.
Ame se parece demasiado a mi pequeña. ¿Habría sido mi hija también víctima de circunstancias tan iguales? ¿Habría sufrido acoso?, ¿rechazo?, ¿abusos?, ¿agresiones?, ¿chantajes? ¿Se habría sentido tan sola como Ame? Mi niña también se cortó.
Angustiada, rogué muchas veces a su psicóloga que me diera alguna respuesta, pero me negó el alivio durante mucho tiempo. Cuando quiso responder lo rechazó todo: ni bulín, ni abusos, ni chantajes. Solo dejó un resquicio necesario para tanto dolor en la niña: yo.
Sigo aferrada a la idea de que algo sucedía, pero por ahora solo puedo hacer conjeturas en base a la información previa al rapto mental de la niña, y a los mensajes de sus viñetas publicadas en Facebook.
Dada la patada a la afirmadora, mentirosa y urdidora; revinculamos a la familia.
Quiero creer que yo estuve siempre cerca de mis hijas. Sé que las protegí hasta la paranoia, aunque contenida a la distancia prudente para no agobiarlas. Era esencial que se sintieran respetadas, aceptadas tal cual son y amadas.
¡El respeto!, ese enorme valor que tanto eché de menos en mi propia adolescencia. Me juré que mis hijas tendrían respeto de sobra, tanto como para reparar mi propia historia.
Tal vez, un exceso de respeto opacara los límites. Tal vez, se confundió con desinterés. Ese es mi miedo, eso es lo que me remueve la historia de Ame. ¿Se sentirían mis hijas tan abandonadas como se sentía ella?
Hoy ya no siento culpa por las acusaciones encendidas de falta de afecto que mi hija mayor profería en el furor de su adolescencia. Superada mi culpa y la parálisis que su hostilidad me causaba, unido a la serenidad de su reciente madurez, hoy puedo constatar y ella también, que soy afectiva cuando me dejan serlo.
Para la pequeña, a pesar de lo mucho recorrido, queda trecho todavía para salvar la desconfianza aprendida en el seno de su comunidad ideológica. Su secta, como los leopardos, separan a la gacela débil del rebaño porque aislada tiene menos defensa.
Referencias del autor
Quico Alsedo es periodista, licenciados en Derecho, escritor y reportero.
Es autor de Algunos hombres buenos.