Nuevos sentimientos más sanos

12 de noviembre de 2022

Querida hija;

Seguramente los nuevos sentimientos que empiezan a dominarme sean mucho más sanos para mi estado de salud emocional y física, que los que hasta ahora me mantenían atada a la culpabilidad y la tristeza. Ahora siento rabia.

Soy muy consciente de que hace mucho tiempo que tu capacidad crítica ha sido desbaratada, sé que trasplantaron en tus recuerdos un pasado deformado y que lograron abrir una brecha de inquina en aquel amor sano y profundo que nos unía. Todo eso lo sé porque lo llevo viviendo desde el final de tus doce años.

Pero, además, ahora también lo sé porque tengo un valioso conocimiento técnico. Una información alcanzada en base a mucho estudio para lograr entender lo que al principio me volvía loca. La incapacidad de comprender el por qué mi hija amable, brillante intelectualmente, empática, cariñosa se había transformado en una persona desconocida en cuestión de poco tiempo, radicalizándose a velocidad de vértigo, contra sí misma y contra las personas que la aman.

Al principio lo confundí, creí que simplemente había llegado la adolescencia, pero me faltaba mucha información. Si hubiera estado más atenta a los cambios culturales que se avecinaban en las sociedades occidentales, mis preocupaciones hubieran sido muy distintas. Pero, yo como la inmensa mayoría de padres buenos os hemos fallado, simplemente no estábamos preparados para protegeros dentro de ese mundo virtual que para nosotros era harto desconocido.

Tardé cuatro años y medio en comprender, y  mientras tanto tú, te hacías mayor atrapada en entre creencias que sirven a otros, pero no a ti. Conocer el cómo y el porqué de tu transformación, sin duda me ha ayudado a desculpabilizarme, pero no a rendirme ante la responsabilidad de protegerte, aunque sea tarde.

Tu hermana también sufre. Ha sufrido muchísimo y aunque haya otros motivos,  personalmente estoy convencida que mucho tuvo que ver el destrozo familiar que nos causó, a todos, las consecuencias de que fueras captada. Todos lo hemos pagado y seguimos pagándolo.

Afortunadamente, este año casi entero, en el que he tenido que apartarme de mi trabajo me ha ayudado a acompañarla y sé que ha encontrado el camino de salida. Estoy segura de que su vida ya está bien enfocada, y solo el tiempo acabará por diluir lo que aún queda de sus miedos para poder vivir sin grandes contratiempos. Tu hermana sí está de vuelta de su adolescencia, y de nuevo siento su amor.

Papá y yo debemos queremos mucho porque a pesar del roto grande que nos trajo tu abducción, seguimos juntos y parece que al fin hemos logrado compartir los puntos de vista. Y es que la información crítica es importante, pero también lo es la madurez que trae convertirse en adulto y las experiencias vitales que son imposibles en una persona púber o adolescente, mucho más si tiene problemas emocionales previos, como era tu caso.

Como ves, la maldita psicóloga “experta en género” te engañó cuando te dijo que eras “un joven maduro”, pero también nos engañó a nosotros. Nos dijo a cada parte lo necesario para retenernos, mientras iba apuntalándote para que quedases más atrapada en la ideología para la que trabaja. Esa persona perversa y manipuladora acabó por destrozar a conciencia nuestra familia. Tu hermana así lo atestigua.

Ahora mi única meta en la vida es intentar rescatarte, como sea. No encuentro ningún otro sentido a la vida salvo hacerte libre, pero me resulta muy difícil.

La mochila emocional que llevo a cuestas no ayuda en este empeño, tampoco saber que frente a las creencias cuasi religiosas es muy difícil luchar. Pero, mi querida niña, ¿cómo voy a rendirme cuando de lo que se trata es de hacerte libre para que puedas alcanzar la capacidad de tener un pensamiento crítico, rigurosos, basado en la evidencia y fuera del alcance de los evangelizadores del género? ¿Cómo descansar cuándo lo que más deseo en este mundo es traerte de nuevo a la libertad de ser la persona que eres? ¿Cómo hacerte entender que hace mucho tiempo que tienes pendiente resolver grandes dificultades emocionales que son precisamente, las que te hacen vulnerables y carne de cañón para los intereses de otros?

Vivo en el miedo constante de que al final ganen los poderes que dirigen tu religión y acabes aceptando,­­­­ con entusiasmo, hacer el mayor sacrificio que te glorificará antes los fieles de tu culto: entrar en el camino de la medicalización peligrosa, irreversible y muy dolorosa, y después, en la senda de la mutilación de tu cuerpo sano.

Tanto miedo sostenido hace muy grande el dolor y estoy agotada. Tan agotada que he pensado mil veces en cómo ponerle fin al sufrimiento, pero siempre me detiene el saber que todavía hay algo más por hacer, por seguir arrancando un día más al paso tiempo. Un día más sin romper el cuerpo es un día más hacia la madurez. Son vanas ilusiones, porque bien sé que el poder coercitivo de las sectas vence a cualquiera, solo es cuestión de atacar en un momento de vulnerabilidad.

Y a pesar de tener claro el camino, como te decía al principio, mis emociones han cambiado. Y aunque la tristeza y el miedo lo llenan todo, lo que siento ahora es la rabia. Y no es tanto contra la ideología, contra la cual casi nada puedo hacer, aunque he puesto un granito de arena contra ella.

Mi emoción es de enfado contra ti. Cada día siento menos pena por tu dolor y por tu ceguera para pensar más en mí misma. El daño que me estás haciendo es enormemente injusto. Tu trato es desagradable y medido para dañarme. Te aprovechas de mi amor y de mi responsabilidad, mientras vives en mi casa despreciando las mínimas normas de convivencia de una familia buena que te quiere:

Me castigas con tus silencios por un enfado que deberías empezar a analizar, porque yo no lo merezco.

Desprecias nuestra compañía comiendo en tu cuarto sin hacer el mínimo esfuerzo por mantener el contacto con tu familia.

No respetas el orden y la limpieza de los medios que ponemos a tu disposición.

Pretendes hacer monólogos aleccionadores en lugar de aprender a mantener conversaciones y a debatir distintos puntos de vistas, ofendiéndote en cuanto alguien opine diferente a ti.

Querida hija, esto ya es demasiado agotador y todo tiene límites.