Querida hija;
Recientemente se ha cumplido el primer aniversario de mi Blog. Su propósito, como podrás comprobar en su presentación si decides acercarte a él, es la recopilación de información basada en la evidencia sobre la mala praxis médica, psicológica, política y social en relación con la Ideología de Género. Tengo la ilusión de que algún día tu hermana se interese por el otro lado de las cosas y pueda encontrar aquí lo más relevante.
También es un rincón para mi desahogo personal. La escritura ha sido a lo largo de mi vida la mejor herramienta para sobrellevar la vida cuando se volvía demasiado pesada. La usé profusamente en la adolescencia y volví a ella cuando esa maldita religión Queer se apoderó de tu hermana.
Para lidiar con vuestras adolescencias estaba preparada o al menos había puesto todo de mi parte para estarlo, pero no para que una ideología sectaria y destructiva me robara a una de mis hijas.
Tampoco fue fácil convivir con ese dolor tan terrible que te desmontó, a pesar de la fortaleza que te caracteriza. Sé que perdí los nervios al principio cuando no acababa de comprender lo que te estaba ocurriendo. Me duelo por ello aunque no seguiré fustigándome. Fueron tiempos muy difíciles y yo no estaba en mis mejores días.
La sociedad próxima me machacaba a diario intentando convencerme de que yo era la enemiga de mi propia hija menor. Estaba en shock y, tal vez, no fui capaz de sostenerte como hubieras necesitado. Te pido humildemente perdón por ello aunque yo ya me he perdonado.
Tu proceso ansioso me cogió desprevenida pero no me resultó extraño. Este padecimiento mental está muy arraigado en nuestra actual sociedad occidental y, en teoría, los profesionales médicos y los psicólogos están acostumbrados a tratarla y se supone que conocen el camino hacia la sanación de sus pacientes o para sosegar los síntomas.
Puesto que tu dolencia me era conocida, era cuestión de ponerme a trabajar junto a los supuestos profesionales que te ayudarían a controlar esa ansiedad excesiva. Jamás me plantee que pudiera haber infiltrados que en realidad solo se ocupan de ayudarse económicamente a sí mismos.
No fue fácil convivir con el dolor y el miedo que te atrapó hasta casi hacerte desaparecer tal cual eres. Y claro que me afectó, pero querida hija, nada que ver con la idea de estar atrapada en la tesitura de tener que replantearte toda la vida de una hija que, de repente, decide borrarla y renegar de su propia madre demostrándole una agresividad inusitada por no creer en la nueva narración construida de sí misma. Una violencia apoyada desde todos los ámbitos de la sociedad para que elimines tus recuerdos, tu intuición y el derecho a proteger a tu hija.
En tu caso, esperaba la normal agresividad adolescente. Desafíos y berrinches, como los tuve yo. Algo que cualquier padre o madre reconoce porque ya ha pasado por esa etapa necesaria para convertirse en adulto. Un momento vital difícil para las relaciones padres-hijos, que por lo general cualquier persona normal entiende y acepta, salvo cuando el adolescente pronuncia la frase mágica “Mamá, soy trans”.
Tú fuiste la primera persona que me reveló con acierto lo que había detrás de la frase. No lo dudaste ni un segundo: “¡Es una moda!”.
Yo no pude entenderte en ese momento, estaba rota ante la impotencia de un desafío que llevaría a mi hija a enfermar de por vida, con el aplauso generalizado de una sociedad estúpida dirigida por poderes fácticos interesados y perversos. Una situación que dejaría muy tocado a cualquiera que tenga opinión propia.
Sea como sea, la verdad mi niña, es que ha sido muy triste verte sufrir tanto. Verme tan impotente para arrancar tu dolor me desesperaba y ha durado mucho tiempo. Muchas veces me vi impelida a tomar el control —ya me conoces— para llevarte de la mano en busca de nuevas soluciones, pero tuve que aprender la paciencia y callar, casi siempre.
Como adulta tenías el derecho a decidir como llevar tu proceso, y a pesar de que tu padre y yo veíamos necesidad de cambios, tuvimos que aguardar. Sé que, a veces, verte sufrir me empujó más allá del silencio y levantó tu ira. Espero que hoy ya lo comprendas y me lo tengas en cuenta solo lo justo.
Sé que es muy probable que el resto de tu vida tengas que estar vigilante, mirando de frente al monstruo que querrá comerte de vez en cuando. Pero, hija te veo fuerte. Siempre lo fuiste y siempre lo serás. Ahora ya lo conoces y sé que sabrás torearlo.
Esta carta es, sobre todo, para decirte que si bien casi todos mis esfuerzos para crear y alimentar el Blog están centrados en la locura del género y, por tanto, en tu hermana, no significa que en mi cabeza solo esté ella. Simplemente, como te he dicho, lo uso para racionalizar los sucesos y serenarme cuando estoy a punto de estallar.
También te escribo porque deseo decirte cuanto te amo. Lo orgullosa que me haces sentir siendo tal como eres, con esa perseverancia infinita para alcanzar tus objetivos. Lo mucho que admiro tu voluntad de hierro, tu inteligencia, tu intuición y sensatez. Y cuanto envidio sanamente esa capacidad de disfrutar de la vida y de sus pequeños placeres, yo nunca lo aprendí.
Pero sobre todo, quiero agradecerte esa constante manera tuya de hacer familia, de recordarnos cuanto nos queremos a pesar de todas las dificultades.
Sé que, en gran parte, gracias a ti, saldremos adelante.
Con todo mi amor Mamá