Resumen del capítulo 5 del libro Desist, Detrans & Detox
Ser profundamente amado por alguien te da fuerza, mientras que amar profundamente a alguien te da coraje
—atribuido a Lao Tzu
La industria del género afirma que amor significa darle a alguien todo lo que quiera, y nunca decirle nada que no quiera escuchar.
Pero eso no es amor, amar es poner el bien de otra persona por encima del mío, incluso cuando me cueste muy caro.
Gestionar la salida de un niño del culto de la ideología de género requiere que amemos de maneras que quizás no hayamos experimentado antes. Requiere:
1. Amor incondicional
2. Amor responsable
3. Amor decidido
4. Amor propio
1
Amor incondicional
Cuando un niño anuncia una identidad transgénero, asegúrele a su hijo que lo ama pase lo que pase. Y continúe amándolo:
- si se comporta como usted quiere, o no.
- si elige la ropa y el peinado que usted prefiere, o no.
- sin importarle lo que diga o lo que le diga.
- si se autolesiona con medicamentos, cuchillas de afeitar, dietas o cirugía.
- cuando le lastima, o lastima a otras personas que usted ama.
- incluso si le dice: «te odio», y lo demuestra con cada palabra y cada elección.
Puede haber momentos en los que esté tan agotado de luchar que piense en rendirse, y dejar que el niño tome hormonas y se someta a las cirugías. Pero el amor incondicional significa elegir no hacerlo, sin importar cuánto lo desee. Significa perdonarse así mismo, y pedir perdón si lo hace.
Cada niño anhela desesperadamente el amor incondicional de sus padres. Y, sin embargo, todos los niños rechazan ese amor durante la adolescencia como mecanismos para hacerse adulto y establecer su propia identidad separada de la familia.
Esta característica de la adolescencia es lo que hace que esta ideología sea tan insidiosa: la industria del género aprovecha esta vulnerabilidad.
Los niños que han sido reclutados por la ideología de género necesitan amor incondicional desesperadamente. Basta leer los mensajes de personas que desistieron y de personas que abandonaron la transición. Ellos sí cuentan lo que necesitaban, o hubieran necesitado, de sus padres.
El amor incondicional no es cobarde, y algunas veces, debe decir: “No”.
No podemos obligar a nadie a que nos dé su amor, pero sí podemos comprometernos a dárselo a otros.
No dudé ni un segundo en decirle a mi niña que “la querría fuera lo que fuera”. Para mí era, y sigue siendo, una de las tres razones principales de mi vida, pero en ese momento no podía imaginar a lo que tendría que enfrentarme.
Hasta entonces me había sentido segura y orgullosa de la educación que le estaba proporcionando a mi pequeña.
Creía tener el control en un asunto tan íntimo y personal, pero desconocía que algo extraño se había colado silenciosamente en mi familia y en mi hogar, había inoculado su ideología destructiva dentro de mi hija y estaba empezando a recoger su cosecha.
Cuando, tras documentarme mínimamente, comencé a hacer preguntas surgió la fiera programada contra mí. Un ser desconocido habitaba en mi hija, un ser iracundo que buscaba deliberadamente el enfrentamiento, con tal manifestación de odio, que paralizó mi sentido racional. El miedo se apoderó de mis decisiones y comenzaron mis errores.
Mi autoridad había sido usurpada y la sociedad buenista, a la que nada le importa la integridad de mi hija, me había eliminado de la ecuación.
La culpa por no haber sabido proteger a mi muy amada hija hizo el resto y los errores persistieron demasiado tiempo.
2
Amor responsable
La industria del género afirma que “los niños saben quiénes son”, incluso desde la infancia, y que deberíamos “dejar que los niños decidan”.
Pero el amor responsable toma buenas decisiones, aunque sean impopulares, y luego las impone con las consecuencias apropiadas. Eso es educar con responsabilidad.
Los niños no están al mando: mamá y papá tienen una visión a largo plazo, la experiencia, el conocimiento y la responsabilidad de la seguridad y el bienestar de su hogar y de su familia.
Los padres no son amigos de sus hijos, pero si se hace bien el trabajo, algún día lo serán cuando lleguen a ser adultos independientes y responsables. Hasta entonces, son defensores, mentores, tutores, animadores, confidentes, consejeros, gerentes, capataces, guías espirituales, oficiales de libertad condicional y entrenadores, pero no son sus amigos.
Cuando se asume el papel de amigo, se renuncia a todas las demás posiciones. Y si no se cubren esos papeles, los hijos encontrarán otras personas que las cubra: compañeros, influencers, glitter–moms.
Los niños deben creer que las palabras de sus padres tienen sentido y son dignas de confianza. Cuando saben que los padres cumplen sus palabras, tanto las amenazas como las promesas, se sienten seguros, incluso si se quejan sin cesar por ellas.
El amor responsable es un trabajo duro: los niños son seres humanos inteligentes, egoístas, obstinados, manipuladores, petulantes, impulsivos e increíblemente creativos, y a veces, se descarrilan salvajemente. Necesitan desesperadamente padres que los amen lo suficiente como para ser responsables y capaces de enfrentar sus desafíos.
Casi dieciocho meses me llevó, primero, entender que yo como madre tenía el derecho a decidir lo que se hace en mi familia y en mi casa, muy a pesar de las leyes infames que me intimidaban; y segundo, reunir el valor de enfrentarme a mi hija asesorada por el culto y sustentada por la psicóloga que la afirmaba detrás de una máscara.
Separarla de la terapeuta traidora relajó profundamente a la niña, y dejó de atacarnos.
La firmeza y la unión de mi esposo obró el comienzo de la esperanza.
3
Amor decidido
Trabajar con un niño que ha sido atrapado por la industria del género es un proceso largo y arduo.
Usted estará tratando de levantar un muro para alejar a su hijo de las mentiras y las influencias destructivas; la industria del género ya ha construido un muro alrededor de su hijo para mantenerle fuera de la verdad y de las influencias protectoras, incluso de la influencia de los padres.
Debe comprometerse, desde el principio, a mantener el rumbo y nunca rendirse.
Levantar un muro protector me resultó imposible porque la doctrina todo lo impregna disfrazada de inclusividad.
Creo que todo empezó en DevianArt y Tumblr, donde mi hija acabó anidando y aceptando, poco a poco, sus normas hasta caer rendida. ¿Qué artista adolescente no se dejaría seducir por aquellos que dicen idolatrarla?
Intenté seguirla, pero no entendí nada y me di la vuelta demasiado pronto. No llegué a comprender que aquel lugar no era sano. Ahora sé que Tumblr es la república independiente de la ideología de género.
Después, el poder de los youtubers e influencers, transgéneros y activistas, atraparon la atención de mi hija. La acogieron con entusiasmo y ella cambió radicalmente su vida real por las pantallas en el refugio de su cuarto. ¿Quién mejor que iguales para capturar nuevos adeptos? Iguales reconvertidos en telepredicadores y modelos a seguir.
Mi cortafuego para Internet fue burlado, y dosificarle el móvil aumentó su deseo de contacto con su nueva tribu. Mi osadía fue bien utilizada por sus pares en la redes sociales para azuzar a mi hija conta mí. Creo que fue el detonante del camino hacia el odio.
Habíamos buscado específicamente un colegio muy particular para nuestras hijas, precisamente por sus métodos audaces e innovadores para educar en:
- La igualdad transversal a través de todas las asignaturas y actividades escolares.
- La inclusividad mediante el hermanamiento con escuelas de aldeas marroquís.
- La asamblea semanal para solución de conflictos.
- La experiencia de formación fuera del aula.
- La socialización de los materiales escolares.
- El uso del método global para aprender a leer.
- La eliminación de libros de textos y autoedición de temas.
- La exposición de trabajos para entrenar la oratoria.
Pero aquellos profesores que, hace décadas trabajaron bien la coeducación en favor de una igualdad entre sexos, han dado paso a una nueva generación de profesores idiotizados que se han tragado el discurso sexista de la supuesta inclusividad, y son hoy día, cómplices del lobby generando carnaza para su industria de medicalización del género.
La psicóloga que prometió ir a la raíz de sus problemas de relación social nos traicionó, a la niña y a los padres, al venderse a la corriente de afirmación apresurada. Sigo intentando comprender si lo intentó y no pudo resolver, o si simplemente se arrimaba a un negocio floreciente. Al fin y al cabo, su relación con trans activista es notoria y conocida.
Los partidos políticos a su bola, unos utilizando la ideología de género para darle sentido a su propia existencia, otros en la inopia sin acabar de entender su origen y propósito, otros sin saber explicar las alternativas.
Pero las leyes que generan activismos desde la educación con sus protocolos infames, que crean maestros policías para delatar a niños que no adecuan su rol social al sexo, que amordazan a los padres e impiden la ayuda emocional que necesitan… se colaron en las Comunidades Autonómicas hace años, con el apoyo unánime de todas las siglas políticas, sin debate social y de tapadillo. Todo siguiendo las directrices del Informe Dentons.
Y la familia extensa… hubo de todo, y de todo sigue habiendo.
Identidad dual
Las personas que han sido adoctrinadas han sido manipuladas emocionalmente para permitir que la identidad del culto se sobreponga a sus verdaderas identidades. Por eso, su hijo parece haberse convertido en una persona completamente diferente.
La medicina y la política transgénero son una industria de miles de millones de dólares. Reconvertir a su hijo en forraje para su máquina de medicalización es el objetivo del culto del género.
Mientras trabaja para sacar a su hijo del culto, está tratando con dos personas diferentes: la verdadera identidad de su hijo y la identidad del culto. Sacarlo significa ayudarlo a redescubrir y amar a su verdadero yo, para que el falso y destructivo yo del culto, pueda ser descartado.
Probablemente esté lidiando con la verdadera identidad de su hijo cuando:
- recuerda eventos con precisión.
- “suena” como es: usa lenguaje, inflexiones y temas que usted reconoce como parte de la personalidad o de los intereses reales del niño.
- está relajado, no es combativo y parece relativamente en paz.
Es probable que esté lidiando con la identidad del culto cuando:
- los recuerdos de los eventos están distorsionados o prefabricados.
- las palabras del niño suenan escritas o programadas, llenas de eslóganes y del lenguaje particular del culto.
- está tenso, enojado, combativo y parece estar buscando una pelea o una razón para irse.
Los padres de niños identificados transgénero, a menudo, expresan desconcierto y frustración porque un día (o minuto) su hijo parece bastante agradable y fácil de convivir, y al día siguiente (o minuto), el niño se transforma en un ciclón de volatilidad y agresión.
Esto sucede porque dos identidades están en guerra dentro del niño. La verdadera identidad quiere libertad; quiere expresarse y vivir. Pero la identidad de la secta es poderosa, intimidante y tiene determinación.
Alimente la verdadera identidad de su hijo. Alimente su relación. Anime y afirme al niño en todas las cosas positivas sobre su yo real. Pasen tiempo de calidad juntos, para que la mente y el corazón del niño, vuelvan a identificarse y alinearse consigo mismo y con su familia.
Intente matar de hambre a la identidad del culto cortando las fuentes de alimento. Cuestione sus suposiciones y afirmaciones. No ceda ante sus demandas inaceptables.
Y pesar de la paz, si una obvia la indiferencia explícita la mayor parte del tiempo, es muy difícil alimentar la verdadera identidad de la niña, cuando su presencia es tan escasa.
Es difícil abrir grietas con las mil y una estrategias que fabricamos cada día, porque desde su comunidad ejercen un control poderoso sobre ella: ni fotos, ni recuerdos, ni tiempo compartido con la familia, ni ideas contrarias al grupo, ni acceso a información no verificada.
Señales de desistimiento y regreso
Los padres cuyos hijos han dejado con éxito el culto de género describen un fenómeno extraño que parece ser común entre los que desisten y los que abandonan de la transición.
Comenzarán a tener interacciones exitosas, durante las cuales el niño puede permanecer en silencio en lugar de seguir discutiendo, o incluso puede estar de acuerdo en algún punto con el padre o la madre.
Tales momentos son signos de que la identidad del culto se está debilitando y que el verdadero yo está emergiendo y volviendo a involucrar la mente del niño.
Otros signos positivos incluyen:
- el niño hace una elección (de ropa, peinado, actividad) que es representativa de su estilo o personalidad “antiguos”, o de algo estereotipado de su sexo de nacimiento.
- el niño toma a la ligera algo sobre la ideología de género.
- el niño critica algo sobre la ideología de género o de la comunidad de género.
- el niño recupera un interés que abandonó abruptamente al entrar al culto, o vuelve a una fijación anterior (en el caso de alguien en el espectro del autismo).
- el niño abandona un interés o actividad que comenzó cuando se identificó con el culto.
- el niño se vuelve a conectar con una relación que fue abandonada al entrar al culto, como contactar a un amigo o pariente que no le afirmó.
- los padres y el equipo de colaboradores tienen más, y más frecuentes, interacciones con la verdadera identidad del niño y menos con la identidad del culto.
Sin embargo, la experiencia fascinante y frustrante que cuentan los padres es que muy a menudo, después de observar uno de estos signos alentadores, el niño hace un gran retroceso hacia a la identidad del culto:
- el niño se redobla en alguna creencia o eslogan que detiene el pensamiento en torno a la ideología de género.
- vuelve a presentarse como transgénero fanáticamente.
- la identidad de culto del niño ataca al padre o madre, con quien la verdadera identidad, tenía una interacción positiva, quizás de la nada, acusándolo de ser odioso y tránsfobo.
En el momento que María Keffler escribe este capítulo, parece que no hay investigaciones ni datos sobre este fenómeno, al que ella llama Boomeranging, pero la evidencia anecdótica surge regularmente.
Este ir y venir tiene sentido cuando se mira a través de la lente de identidades en competencia: el niño se siente seguro y protegido dentro del culto, y probablemente esté aterrorizado ante la idea de salir del culto. Y tiene buenas razones considerando cómo la secta trata a los que se van.
El culto ha adoctrinado al niño con la creencia de que los que están afuera son peligrosos, tóxicos y hostiles.
A medida que el niño comienza a descubrir que esto no es cierto, sus lealtades se ven desafiadas, como si el culto estuviera tirando de uno de sus brazos y la familia lo estuviera aferrando firmemente del otro.
Con el paso del tiempo vemos que la niña se quiere dejar querer, nos necesita y notamos que agradece nuestros cuidados. Sé que, en casa, muy al contrario de lo que probablemente tratan de venderle, ella se siente segura.
Ha cambiado el corte de pelo, lleva las uñas largas, ha mejorado su aspecto en general y se ha comprado ropa, acepta que cubramos sus necesidades materiales, ha dejado el ukelele y la guitarra que usó mucho en los peores tiempos, se baña a escondidas en la piscina aunque sea vestida, ha reconectado mucho con su hermana, y con su amiga íntima de la infancia, ha ganado amigos en la universidad, acepta mejor el trato con la familia extensa, se implica más en la intendencia familiar y se muestra compasiva con las dificultades de los miembros de la familia. A veces hasta nos reímos juntas.
Sin embargo, cada vez que empezamos a ilusionarnos, sucede algo que revierte con fuerza cualquier acercamiento de nuestra hija. ¿Detectarán los cambios? Cambia repentinamente su amabilidad por actitudes hostiles, rechaza con vehemencia el tiempo compartido, entra en periodos de rebeldía dañina.
Sabemos que esas actitudes van y vienen, y tratamos de sobrellevarlas lamiéndonos las lágrimas a escondidas.
Pero en dos ocasiones, y a pesar de conocer las técnicas de las sectas, ha sido inevitable el desconcierto. Una cosa es conocerlas, y otra muy distinta, darte de bruces contra ellas.
¿En qué cabeza sana cabría exigir a sus padres que no lean argumentos contrarios a sus creencias? ¿Qué menor en su sano juicio les diría que no «pueden tener una opinión» si no es la suya?
Lo increíble es que está convencida de lo que dice, ni se lo cuestiona a pesar de las repetitivas preguntas, de distintas maneras, que le hacemos: ¿crees que no tenemos derecho a una opinión propia?. La respuesta es siempre: «No».
4
Amor propio
Los padres deben cuidarse mientras luchan en este proceso con un niño identificado transgénero. Están vertiendo amor incondicional, responsable y decidido en el hijo, dedicando tiempo y atención para aprovechar cada mínima oportunidad de interactuar con éste, de cualquier manera, que lo atraiga de regreso a la familia y a la realidad, mientras que al mismo tiempo lucha contra todas las fuerzas de la sociedad que están tratando de atrapar y retener a su hijo.
Este puede ser el trabajo más difícil que haya hecho como padre. Pero no puede verter nada de un recipiente vacío, por lo que debe asegurarse de que sus necesidades también sean atendidas durante esta etapa extenuante en la vida de su familia.
- Aproveche a sus colaboradores cuando necesite apoyo para usted. Tome un café semanal o juegue al tenis una vez al mes, si le gusta, con su mejor amigo. Encuentre una o dos personas que estén dispuestas a estar disponibles para usted por teléfono o mensaje de texto cuando se despierte llorando, aterrorizado o enojado en medio de la noche.
- Haga cosas que le den vida y paz: ejercicio, pintar, tejer o lo que sea que le guste, y haga tiempo para disfrutarlo. Gaste el tiempo y el dinero que necesite para sí mismo.
- Escriba un diario: anote las cosas difíciles y los momentos de luz, podría ver surgir tendencias a lo largo de los meses hacia el resurgir la verdadera identidad de su hijo.
- Si tiene una comunidad de fe, pídale que lo tengan en su oración o meditación.
Hay una cosa más que puede hacer por usted mismo, la más difícil para un padre o madre: mientras sigue luchando con todo lo que tiene para salvar a su hijo de este culto atroz, dejarse descansar sabiendo que no tiene control sobre la situación, sobre el niño o sobre el resultado final.
No es culpa suya que su hijo haya sido absorbido por este culto, y usted no tiene el poder para obligarlo a que lo abandone.
Esta última opción puede parecer contra intuitiva, y tal vez incluso cruel, pero una libertad extraña y agridulce puede llegar a nosotros cuando aceptamos esta verdad.
Entiendo la necesidad de cuidarse una para poder sostener a otros, pero en esto me siento vencida.
Perdí la noción del tiempo y la alegría por vivir cuando mi hija decidió enterrar su futuro en post de una ideología sectaria y ruin. La desesperación por arrancarla de esas garras destructoras, que la retiene para sus propios fines exigiéndole el sacrificio de su cuerpo y de su mente, me consume la vida.
Dedico todo mi tiempo disponible a reunir información y pruebas, con la ilusión de poder algún día ofrecérselas a mi hija, sin que la rechace. Ansío que algún día, ella comprenda cuanto la amo y que no soy su enemiga.
Tuve que escribir un diario: Sin Derecho a Opinar. Otro diario: el Blog que está leyendo, u otro más: mis Cartas al Vacío. Escribir para sobrevivir emocionalmente.
La escritura es mi mejor refugio para calmar la ansiedad y recuperar la cordura que a veces me falta cuando no veo salida.
Pocos colaboradores tenemos mi esposo y yo, y entre nosotros también nos desesperamos agriando muchas veces nuestra relación. No en vano, mis ganas de huir son muchas veces, a duras penas, contenidas.
En mi familia extensa, tengo un par de aliados, muchos desinteresados y algún que otro, que pone zancadillas.
¡Con tanto por hacer y el miedo a flor de piel, elijo protegerme con la distancia de los que, en lugar de tenderme la mano, muerden la mía!
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