17 de noviembre de 2022
Querida Olga;
Me reprochas continuamente que no hable contigo y tengo que reconocer que eso está muy mal. La cuestión es que tú deseas hablar para llevarme al único tema sobre el yo no puedo hablar, no debo hablar. Hacerlo es entrar en un guerra en la que tú exiges algo que y yo, mi vida, no puedo aceptar. Esa necesidad de hablar tendrías que trabajarla con un profesional bueno, como persona y como profesional. Mi trabajo es estar contigo en otras cosas, como compartir tiempo, charlas y actividades, pero me las niegas sistemáticamente.
Tener una opinión distinta no me hace tránsfoba, ni TERF, ni ninguna clase de hereje que odia a algunas personas, tener una opinión es mi derecho. Y es primordial que entiendas que a mí no me impulsa el odio o la incomprensión, me impulsa el AMOR.
Además, mi postura es la prudencia y la espera lo más respetuosa posible, tratando de mantenerme cerca de ti a pesar de tu desprecio. Espero que algún día puedas estar en condiciones de pensar sin ataduras ideológicas, y que consigas las experiencias vitales que te permitan tener un pensamiento informado y crítico. Tu padre y yo juntos sumamos 118 años de experiencia, tú solo tienes 21 y descafeinados porque sin relaciones sociales no se aprende.
Tu padre y yo hemos demostrado que somos buenas personas y buenos padres, que te amamos y te protegemos. No somos el enemigo que tú crees.
Yo soy la adulta, y he tratado desesperadamente de portarme cómo tal, pero mis mochilas están muy cargadas por una infancia inmersa en el maltrato psicológico, y huir es lo único que me ha ofrecido cierta seguridad a lo largo de la vida. Cada cual digiere el miedo como puede, y yo, basculo entre la parálisis y la huida. No sé hacerlo de otra manera, aunque por ti me he tenido que transformar mucho.
He conseguido mantenerme en la parálisis para estar a tu lado, para acompañarte incluso soportando una hostilidad bestial. Sé de sobra que a veces, yo he respondido con la misma hostilidad porque no sé hacerlo mejor, y porque soy tan humana como tú. Pero todo tiene límites, ojalá te los hubiera puesto a su debido tiempo, eso probablemente, habría hecho de ti una persona más capaz de afrontar las adversidades.
De lo que más me arrepentiré durante el resto de mi vida, es de haber puesto un teléfono móvil en tus manos demasiado pronto, porque ahora sé que fue la puerta de entrada a tu cárcel. Hablo por hablar, porque bien sé que “a un creyente no se le puede enfrentar a sus creencias”.
Tú sabes mejor que yo, cuanta ayuda necesitas porque veo mucho dolor en ti desde hace mucho tiempo. Hasta que no lo trabajes no podrás averiguar quién eres realmente.
Estoy terriblemente enfadada porque me castigas continuamente, y sé que tú siente lo mismo hacia mí. Tal vez eliminar de tu vida mi presencia elimine el daño que te provoco. Tal vez así, seas capaz de pensar en otras cosas y buscar el camino para llegar a encontrar el origen de tu dolor.
Desesperada, mamá.