Carta abierta al AMPA de un colegio cualquiera

Fui miembro del AMPA durante el periodo de nueve años en los que mis dos hijas estuvieron escolarizadas. A la mayor le fue bien, pero a la pequeña no tanto. En principio, aceptaría que aunque hubo errores por simple torpeza de algunas profesoras añosas, en general la actuación e intención del colegio fue buena y su metodología diferencial me resultó muy interesante y positiva.
Sin embargo, sucedió algo terrible en el último curso de mi pequeña cuando cursaba Cuarto de la ESO. Hoy día seguimos sufriendo sus graves consecuencias. Hasta ahora, no me había atrevido a denunciar la extrema negligencia de la tutora de mi hija, apoyada por el silencio cómplice del resto de profesores y de la dirección del colegio, debido a la incapacidad de digerir el innecesario dolor que nos infringieron. Aunque para ser justos, debo decir que solo la pedagoga mostró interés real y compasión, y solo ella me ayudó a canalizar la mala práctica de algunos profesores contra la salud integral de mi hija para contener el latrocinio de sus colegas.
La tutora intervino alterando el proceso terapéutico de largo recorrido de mi hija por múltiples comorbilidades, al asumir un nombre inventado por la niña y cambiar el uso de sus naturales pronombres femeninos por otros masculinos. Le dio espacio dentro de la clase, a una menor de edad, para que expresara estos cambios a sus compañeros, apoyándola implícita y explícitamente. Y todo ello, sin intercambiar ni una palabra con los padres, sin conocer si había una situación de base de problemas de salud mental, tirando por tierra el trabajo de las dos psicólogas que la estaban tratando en ese momento.
De todo ello nos enteramos a través de las redes sociales. Y cuando acudí al colegio a revisar la situación, la tutora de soberbia extrema me cuestionó y juzgó por no apoyar a mi hija en sus repentinos sentimientos de ser de un sexo distinto al obvio. Me explicó, encantada de sí misma, cómo la ayudó a realizar lo que llaman Transición Social para cambiar de género. Quedé en shock por la impotencia para defender a mi hija, por la incapacidad de digerir las acusaciones de ser la causa del sufrimiento de mi niña y por el miedo a perder la custodia ante posibles actuaciones de un colegio corporativista, que protegería a sus profesores seducidos por la ideología de género.
Cuando una se enfrenta a figuras de autoridad externas de su menor, como lo es una tutora que se rige por ideologías y se sabe apoyada por la corriente de moda, ignorando sus nefastas consecuencias; cuando una se enfrenta a leyes que promueven ideologías perversas, la impotencia para defender a lo que más ama, te supera. El dolor mudó en depresión extrema llevándome a planificar erradicarlo de la única manera que encontraba posible: desaparecer de esta vida terrible.
Aquella tutora tomó decisiones a espaldas a los padres adoptando posturas que invadían nuestros derechos y responsabilidades. Su actuación proactiva y clandestina para cambiar oficiosamente la identidad de mi hija fue un abuso intolerable que la condujo a solicitar con violencia ir a la siguiente fase diseñada como única alternativa: envenenar su cuerpo con hormonas sintéticas y mutilar su cuerpo. Por mucho que las leyes vigentes la amparasen, no fue ético y el colegio fue cómplice necesario.
Por desgracia, este fenómeno se está repitiendo en muchos colegios y es de una gravedad inaudita. ¿Cómo es posible que no se informe a los padres de un suceso tan importante para la vida de un menor?
Estas actuaciones generan situaciones dramáticas en las familias al encontrarse con hechos consumados. Son muy duras de asumir porque ningunear a los padres en un tema de esta trascendencia es inconcebible, mucho más cuando en cualquier otro asunto menor en comparación, es imprescindible el permiso de los padres.
A pesar de leyes aberrantes, debería haber límites claros en cuanto al papel y la influencia que los educadores deben ejercer sobre nuestros hijos, y ciertas cuestiones de índole personal y familiar deberían ser tratadas exclusivamente dentro del seno familiar.
Los colegios deben dar educación afectivo-sexual para promover una coeducación en igualdad real, no en diversidad ideológica anti biologicista. Los padres, a través de las AMPAS, tienen la responsabilidad de velar porque estas materias se impartan por profesionales cualificados, evitando la entrada de activistas ideológicos sin formación ni científica ni pedagógica en las aulas.
Los profesores deberían formarse seriamente en estos temas para comprender los fundamentos reales y las implicaciones de estas posturas. Deberían aprender a distinguir entre este nuevo movimiento trans activista y el activismo de hace veinte años por las orientaciones homosexuales. Da la impresión de que todo esto le suena a la lucha por las minorías y por la justicia social de aquella época, mezclando conceptos, y de que viven estas situaciones como una oportunidad para demostrar lo tolerantes y avanzados que son. Esto es terrible, porque estos niños tienen problemas reales, necesitan ayuda y han caído en manos de gente que los utiliza para su ideología, ahora se les niega la ayuda psicológica por ley.
Pareciera que estos profesores ven en ellos una ocasión de lucirse cuando en realidad están equivocándose y perjudicando la vida a niños con consecuencias muy serias:
  • ¿Acaso a estos despreocupados profesores les importa acabar con la salud física y mental de los niños empujándolos a la castración química?
  • ¿Les da igual llevarlo a la anorgasmia irreversible y convertirlos en infértiles?
  • ¿Les da igual convertirlos en enfermos crónicos y dependientes de fármacos peligrosos?
Me dirijo a ustedes AMPAS de España, con el propósito de expresarles mi preocupación de que estas prácticas se estén llevando a cabo en los colegios, para prevenirles y para rogarles que en su caso, contrarresten los mensajes acientíficos de que el sexo se puede cambiar, para implorarles que eviten la socio-animación profusa dentro de las aulas por asociaciones trans activistas que animan a los chicos a cambiar sus identidades vendiéndolo como algo que empodera.
Dada la situación de atropello ideológico, me preocupa profundamente que algunos alumnos estén siendo guiados a adoptar identidades de género que podrían no reflejar verdaderamente sus sentimientos y convicciones personales. Creo que estas decisiones son de una naturaleza extremadamente delicada y deben ser abordadas con el mayor respeto y cautela, garantizando que cualquier orientación ofrecida provenga de un lugar de neutralidad y apoyo genuino.
Además, por mi experiencia personal, temo que algunos alumnos estén desarrollando actitudes de confrontación hacia sus padres, influenciados por estas enseñanzas y comentarios de algunos profesores. Este fenómeno no solo genera tensiones innecesarias en el hogar, sino que también socava la relación de confianza y apoyo mutuo que es esencial entre padres e hijos.
Por todo lo anterior, solicito respetuosamente a las AMPAS que estén atentas y que consideren implementar medidas que refuercen la colaboración y el respeto entre padres, alumnos y educadores, y les recomendaría encarecidamente que buscasen buenos profesionales, que los hay, dispuestos a dar orientación desde el conocimiento avalado por la evidencia en lugar de las creencias ideológicas.

¡Protejan a sus hijos! A mí me pilló desprevenida y sin información, pero ahora ya hay evidencias de esta aberración y en otros países están actuando para acabar con ella.