Las madres, la última frontera contra la maldad
Una lucha fútil cuando todo está en contra y el silencio de los buenos deja hacer
Las madres y padres somos la primera y la última frontera frente a la maldad que nos arrebata a nuestros jóvenes. No somos héroes ni especiales, somos simples mortales ejecutando lo que está escrito entre nuestras células: proteger a nuestros hijos.
No tenemos superpoderes para vencer al ejército de acólitos de la Gran Maldad de nuestro tiempo: Leyes basadas en creencias que rompen niños.
Luchamos a corazón abierto y manos desnudas con solo la fuerza de nuestro amor, lo único que las leyes aberrantes no pueden eliminar de la ecuación. No sabemos hacer otra cosa cuando nos rompen a los hijos en nombre de esa nueva religión a la que llaman Ideología de Género.
Asustados, nos echamos a la clandestinidad para proteger lo poco que quede de nuestros críos, alimentando la esperanza de que su esencia siga escondida en algún rincón de sus mentes abducidas.
Alguien tiene que zarandear a la sociedad dormida, y cuando una lo ha perdido todo se convierte en camicace.
Públicado en Catavinas Podcast
Sobre la entrevista en el Podcast Catavinas
Nos mantenemos escondidos para no enfurecer a la bestia, no vaya a ser que decida detonar el botón nuclear sobre nuestras familias y nos quiten la patria potestad. Pero a veces, hay botones peores: un padre narcisista que disfruta apoyando la autodestrucción de su hija, para alimentar el sufrimiento y el terror de la madre.
Sin apoyos, la madre se sabe derrotada, no tiene salida cuando a la Gran Maldad se añade la personal. A ella no le vale el silencio, no le vale el amor, no le vale nada. Tiene a sus espaldas la indefensión aprendida y las instituciones se mantienen apartadas en nombre de la ideología maldita.
¿Qué le queda a esta madre salvo gritar su historia?
El silencio de los Buenos
daña tanto como la Gran Maldad
Reflexión
Esperaba con interés y aprensión la entrevista a una madre víctima de la ideología de Género como yo, que Catavinas Podcast había anunciado.
Deseaba conocer los detalles de su historia, contrastar los procesos que vivió su hija con los vividos por la mía, una vez más. Porque es para mí obsesión demostrarme que efectivamente existe un patrón reproducido por estas niñas, antes y después, de su autodeterminación del sexo contrario.
Su relato es desgarrador, difícil de escuchar para cualquier persona con un mínimo de empatía y sentido común. Para mí ha sido mucho más difícil de soportar porque me remueve. Confieso que he llorado:
- por el dolor y miedo compartido.
- por la rabia frente a la injusticia.
- por la altanería macabra de los profesores interviniendo a escondidas contra los padres.
- por la falta de escrúpulo moral de muchos endocrinos y cirujanos carniceros.
- por la jactancia de activistas de intenciones dudosas que se saben protegidos.
- porque comparto su indefensión.
Y efectivamente, los detalles precisos de ambos proceso son un calco:
- los mismos cambios antes y después de la autodeterminación:
- menarquía temprana.
- aislamiento social.
- la pasión por el anime.
- el consumo de redes sociales.
- los cortes en los brazos tapados por blusas abrochadas hasta arriba incluso en verano.
- las capuchas.
- el rechazo al alimento para adelgazar el pecho.
- el corte de pelo inmediatamente antes de su autodeclaración trans.
- los brotes inauditos de violencia cuando siempre había sido cariñosa y apegada.
- las mismas reacciones alrededor.
- las mismas tácticas de profesores y activistas compinchados para desposeer a los padres de su derecho y responsabilidad.
- las mismas estrategias aceleradas de los profesionales de la salud mental y física en pro de la transformación de cuerpos jóvenes.
- el mismo empeño de la sociedad próxima en deslegitimar a los padres sin el menor interés en conocer los porqués.
Siendo madres prudentes, ambas arrancamos de forma similar, acogiendo a las hijas con prudencia y echándonos de cabeza a la búsqueda de información para no causarles más daño. Ambas, acabamos asomando la cabeza por el túnel de colores y espejismos, que los activistas tienen preparados para atraer y atrapar a nuestros niños, con la ayuda inestimable de profesores amorales que se escudan en leyes aberrantes. Ambas, quedamos desconcertadas con las justificaciones acientíficas y terribles que esgrimen para retener a nuestros hijos y volverlos en nuestra contra enseñándoles a ejercer violencia.
Lo que al principio, a ambas, nos resultó inverosímil ya no lo es, porque fruto de nuestra desesperación para proteger a nuestras hijas, hemos aprendido más de la cuenta. Ahora conocemos los porqué y quienes están detrás de la destrucción de nuestros hijos, todo responde a un plan económico y político.
Tristemente, nuestras historias ya son comunes, hay demasiadas y efectivamente existe patrón. Nada es casualidad.
Si la sociedad tuviera el valor de escuchar nuestras historias, tal vez:
- Se replantearía su cobardía y dejarían de mirar a otro lado.
- Juntos haríamos reflexionar a los gobernantes y políticos como ya lo han hecho en muchos países.
- Los que campan a sus anchas, bien financiados, dejarían de atrapar a nuestras hijos como a moscas con miel.