En Cong se quedó mi corazón

Viajar con mis hijas ha sido uno de los placeres más grandes de mi vida. El viaje a Irlanda fue el último en que fui razonablemente feliz, después vino el horror.
Tal vez por eso, quedé mi corazón en aquella casita de las afueras de Cong, dónde rodeada de mágicos bosques pude sentir la paz por última vez.
Una paz quieta que me impregnaba, cuando a diario atravesaba aquellas naturaleza salvajemente domesticada, dónde la niebla tocaba mi cara despertando emociones de intenso gozo por estar viva. Allí me sentí conectada a la tierra y a mis hijas.
Creo que si alguna vez hubo hadas, gnomos o duendes debieron vivir en Cong. Tal vez por eso, en la peores noches de insomnio, sueño despierta que allí existe la magia y que regreso a por mi corazón.