Cuando el dolor se vuelve verso
Los sillones de aquella consulta me resultaban incómodos para una sentada tan larga mientras mi niña acudía a terapia. La luz artificial creaba un ambiente triste que deprimía mi ánimo ya roto.
Aquel día, tuve la sensación de estar soltando sin querer hacerlo, el último retazo de la hija conocida. Aquel al que me aferraba con desesperación para no perder lo que, en mi corazón, había existido desde siempre. Pero se me instaba a olvidar hasta su nombre.
A solas en la sala de espera, sopesé la conveniencia de aceptar, y el dolor se volvió verso para llorar tanta tristeza.