20/10/2025
Mi querida hija;
Sinceramente hija mía, jamás hubiera podido imaginar que a estas alturas de mi vida estuviera viviendo una nueva pesadilla, en lugar de estar recomponiéndome del trauma complejo derivado de una vida subyugada bajo el abuso emocional de un padre narcisista. Te puedo asegurar que el dolor que ahora siento es mucho más insoportable, más terrible porque ya no se trata de mi daño sino del tuyo.
Ahora, cuando se supone que estás a punto de alcanzar la madurez cerebral, sigues sin darte cuenta de que tan solo te has convertido en una triste marioneta, carne de cañón para la causa de ajenos a los que solo les importas como suma a muchos otros para justificar su modo de vida: parasitar en beneficio propio.
El dolor como madre, de tan siquiera imaginar que vayas a enfermar tu cuerpo por voluntad propia, es casi insoportable. Las enfermedades ya llegan solas, no es sensato generarlas. Mucho menos para supuestamente arreglar un problema de salud mental.
Cuando iniciaste este periplo, tras entregarnos aquella mini carta de palabras dictadas en las redes, fui ingenua y estúpidamente buenista. No tenía información y casi no me moví para no provocar daño . Pero desde entonces lo he aprendido casi todo de este fenómeno de ingeniería social contra una generación de niños y jóvenes adultos.
En aquel momento solo imperaba el discurso impuesto con informes sesgados y manipulados. Las leyes mordazas amedrentaban al crítico y la sociedad aletargada se dejaba embobar por falsos discursos de inclusión. Tristemente, ha resultado que estas maniobras hacen justo lo contrario: eliminar los grandes avances logrados de aceptación de la diversidad, y generar enfrentamientos acérrimos al que discrepa de lo que ellos han establecido como políticamente correcto.
Parece que a muy pocos les importa que, estos procedimientos médicos terribles, enfermen irreversiblemente y mutilen cuerpos sanos. Se esconden los efectos devastadores de las hormonas cruzadas de sexo, se castiga a cualquier profesional que discrepe, y se elimina el derecho a la salud integral de los jóvenes afectados.
La consigna socio-política es afirmar como a los tontos, no cuestionar, ignorar las consecuencias y esconder las evidencias. Cómo me dijo una orgullosa socialista de base: “son daños colaterales”.
Ya ha pasado una década desde que estalló este fenómeno nuevo generado en “laboratorios culturales perversos”. Ahora contamos con evidencias, existen estudios serios de las consecuencias de la llamada “medicina de género”. Estudios que han demostrado las mentiras que nos habían vendido para apoyar las carnicerías a menores y jóvenes adultos. Estudios que demuestran que estas horribles prácticas no solo no ayudan sino que empeoran la salud emocional de las víctimas. Hay demasiadas personas arrepentidas que destrozadas que se afanan por advertir a otras. Ya no vale seguir callados.
Mi mutismo ha sido la estrategia necesaria para reparar el vínculo que te hicieron romper con violencia inaudita, pero ya se acerca la hora de enfrentar hechos contra relato, evidencia contra creencias y amor contra interés.
Aquella terrible violencia contra tus padres fue una pesada carga, pero no podíamos rendirnos porque nos jugábamos tu salud. Sé que no hemos conseguido hacerte dudar de tu fe trans, pero al menos estoy segura de que cuando te insten a odiarnos, te será más difícil que cuando eras niña.
Tal vez sea una ingenua, pero necesito creer que algún día se romperán las vendas que tapan nuestro amor, y se podrás ver el mundo con tu propia mirada, sin agendas, sin etiquetas.
Te quiere, mamá.